lunes, 8 de febrero de 2010

Una vena que sigue abierta en Europa



En América Latina bien sabemos de las venas que se abrieron tras la conquista y la colonización española: genocidio, destrucción cultural, explotación, subordinación… Pero en Europa también hay pueblos originarios que han sido sometidos de modo similar por el imperialismo español. Es el caso de los vascos.
Acá en el Uruguay, las noticias que llegan de Euskal Herria son muy parciales. La mayoría de los medios reproducen las informaciones que envían las agencias españolas, y eso es como si le pidiéramos a George Bush que nos hable de la invasión de Irak, o a Francisco Pizarro que nos describa la conquista del Imperio Inca. El relato, evidentemente, saldría deformado en base a sus intereses militares, políticos y económicos.
Por eso, en este trabajo explicaremos los porqués del conflicto vasco, así como la complicada y a la vez esperanzadora situación que se vive en este momento. Y también abordaremos las posibles soluciones para cerrar esta herida que sigue abierta, sangrante, después de 1.000 años ya de conflicto con España y Francia.
Euskal Herria ocupa una superficie de 20.664 km² en el vértice occidental de los Pirineos, a orillas del mar Cantábrico. Está compuesta por siete territorios históricos: Bizkaia, Gipuzkoa, Araba y Nafarroa (Navarra) en el Estado español, y la Baja Navarra, Lapurdi y Zuberoa en el Estado francés. Hoy tiene una población de unos 3.000.000 de habitantes, de los cuales alrededor de 2.500.000 tienen ciudadanía española y el resto francesa. Pero hubo un tiempo, no muy lejano, en que Navarra era un Estado más dentro de Europa, con sus propias instituciones, su moneda, su derecho, sus ritos y creencias, su cultura, su lengua, su historia…
La historia del pueblo vasco se remonta a épocas muy lejanas. Todavía no existe una teoría cierta acerca de su origen, pero se sabe que los hablantes del euskera, los “euskaldunes”, viven desde hace milenios en aquellos territorios a ambos lados de los Pirineos. Los vascos y su cultura sobrevivieron a las embestidas de los romanos, visigodos, árabes…, hasta que entre los siglos VIII y X se dotaron de un Estado con el nacimiento del Reino de Navarra.
Al sur de Euskal Herria, a partir de los siglos X y XI se fueron conformando la lengua, la cultura y las instituciones castellanas, que después darían origen al Reino de España. Y muy pronto iniciaron las primeras ofensivas contra los navarros, arrebatándoles las provincias de Gipuzkoa, Bizkaia, Araba y Errioxa (La Rioja) por la vía militar. No obstante, aun con parte del territorio en manos castellanas, el Reino de Navarra mantuvo por varios siglos su propio camino político y cultural dentro de Europa. Pero la voracidad imperialista de España y Francia terminó cayendo a sangre y fuego sobre su tierra y sus gentes.
Apenas habían pasado 20 años desde que los Reyes Católicos iniciaran la Conquista de América cuando, en 1512, las tropas castellanas ocuparon el Reino de Navarra. Desde entonces, los vascos han llevado una lucha constante para recuperar su independencia política y evitar su desaparición como pueblo, al tiempo que les han ido recortando sus cada vez más escasas parcelas de soberanía, han tratado de acabar con su cultura…
Por el camino, cientos de insurrecciones y enfrentamientos, varias guerras y una terrible matanza de vascos indefensos, la encabezada por los fascistas españoles en Navarra en 1936, que dejó en las cunetas a tres mil militantes nacionalistas y de izquierda. Después vino la invasión de Araba, Gipuzkoa y Bizkaia, que dejó varios miles de bajas más en las filas antifranquistas y tuvo episodios tan repelentes como el bombardeo de Gernika. Y aún nos quedaban cuarenta años de dictadura y de persecución sistemática a la cultura y a la identidad vasca.
La transición española dejó aparcado el “tema vasco” y se mantuvo la estrategia diseñada por Franco: separar administrativamente Navarra del resto de las provincias, activar todos los resortes del Estado para diluir lo vasco en España, impedir el ejercicio del derecho de autodeterminación y, por si acaso, encomendar al ejército “la unidad de la nación”. Por eso, en las últimas décadas ha seguido viva la lucha de los vascos, que hoy siguen reclamando al mundo su derecho a existir y a decidir libremente su futuro.

Democracia a la española

En el Estado español, como en otros muchos estados del mundo, hay un sector social, ultraderechista y ultranacionalista, que decide cuándo el pueblo está preparado para la democracia y cuándo necesita una buena dictadura para achicar los ánimos.
En 1936, lo más rancio de la sociedad española, apoyado en lo peor de su ejército colonial africano, decidió acabar con la República porque no les gustaba lo que salía de las urnas. Así que mataron a decenas de miles de personas e instauraron un régimen de terror que duró 40 años. Sólo en Euskal Herria asesinaron a 6.000 militantes independentistas y de izquierda, la lengua y la cultura vasca fueron prohibidas, las cárceles se llenaron, miles partieron hacia el exilio…
Cuando Franco envejecía, y una vez que su dictadura ya había conseguido sus objetivos, las élites conservadoras españolas y el gobierno norteamericano empezaron a diseñar la transición a un sistema político más potable. Y resolvieron que el Rey Juan Carlos I sería el sucesor del Caudillo, armando bajo él una estructura de poder continuista a la que los demás debían sumarse sin rechistar.
A cambio de su legalización, los partidos españoles de izquierda y la burguesía nacionalista de Cataluña y el País Vasco aceptaron al rey impuesto y se involucraron en la construcción del viejo-nuevo sistema, que dejaba impunes todos los crímenes del franquismo, descartaba el derecho de autodeterminación para las naciones sin estado y asignaba al ejército la tarea de defender la “unidad de España”. Así, tras una mutación vertiginosa, los líderes del PSOE pasaron de apostar por la autodeterminación de Euskal Herria a montar grupos para-policiales para asesinar a refugiados vascos. Y, de esta forma, con la izquierda y la derecha haciendo piña en el combate contra el independentismo, el conflicto vasco se mantuvo en términos similares a los de la época franquista: persecución política, enfrentamiento armado, represión feroz, vulneración de derechos y libertades, guerra sucia, ataques a la cultura vasca…
En los últimos 35 años, más de 300 vascos han muerto víctimas de la represión, la tortura y la política penitencia española. Ha habido 35.000 detenidos por motivos políticos, 7.000 denuncias de torturas y decenas de asesinados por el terrorismo de Estado. Hoy las cárceles albergan a cerca de 800 presos vascos, dispersados a cientos de kilómetros de Euskal Herria, y tenemos a miles de compatriotas exiliados por todo el mundo. En los últimos años han sido ilegalizadas diez organizaciones políticas y sociales. El líder independentista Arnaldo Otegi está preso junto a más de 100 cuadros de la izquierda abertzale y otras organizaciones. Hace nueve meses se produjo la última “desaparición” de un militante de ETA, Jon Anza, de la que acusan a las fuerzas policiales españolas.
Sea Felipe González, Aznar o Zapatero, todos han aplicado la misma fórmula ante el independentismo vasco: represión. Sin embargo, el pueblo vasco ha seguido en la lucha, ha comenzado a estructurar su propio país y la gran mayoría de la sociedad ve clara la necesidad de un acuerdo político que acabe con esta espiral de sufrimiento. Por eso, ante el fracaso de la vía represiva, los tres gobernantes españoles terminaron entablando negociaciones con ETA y con representantes de los partidos vascos.
Hasta ahora, ninguno de estos tres procesos (1989, 1998 y 2006) cerró la herida abierta, pero en el último de ellos sí que se avanzó notablemente en la concreción de una posible solución al conflicto. En una reunión celebrada en mayo de 2007 en una ciudad europea, los mediadores internacionales dibujaron una hoja de ruta que fue aceptada por la izquierda independentista: 1) posibilitar la unidad administrativa de las cuatro provincias “vasco-españolas” dentro del estado español, si sus habitantes así lo expresan por mayoría en las urnas; 2) hacer lo mismo en el caso de las tres provincias “vasco-francesas”; 3) posibilitar el ejercicio del derecho de autodeterminación de estos territorios vascos si sus instituciones lo demandan y el pueblo lo ratifica por referéndum; 4) terminar con la persecución política del independentismo; 5) acordar los detalles de desmilitarización y liberación de presos.
ETA ofreció su autodisolución si se cumplían estos mínimos, pero la propuesta fue rechazada por el PSOE. Y la mesa se rompió, dando paso a la fase de enfrentamiento en la que ahora nos encontramos. Pero cabe preguntarse: ¿Qué tiene esta propuesta para que no sea aceptada por España? ¿Es porque deja en manos de la ciudadanía vasca la decisión sobre su futuro? ¿Y no era eso la democracia?
Los “demócratas” de la corte madrileña dicen que son los ciudadanos españoles quienes deben decidir el futuro de Euskal Herria o Cataluña, lo cual es un auténtico absurdo, porque en todos los procesos de liberación siempre ha sido la propia colonia la que ha optado por un camino u otro, sin preguntar a la metrópoli su opinión sobre el asunto.

Pese a la represión, Euskal Herria ya está en marcha

Tras la ruptura del proceso negociador, ETA dio por finalizada la tregua decretada en 2006 e inició una cadena de acciones armadas contra policías e instalaciones militares, sedes del Partido socialista e intereses económicos del Estado. Por otra parte, la policía española detuvo a numerosos militantes de esta organización y también se le acusa de la “desaparición” de uno de ellos, Jon Anza, en paradero desconocido desde hace nueve meses, así como de varios secuestros e interrogatorios extrajudiciales a militantes políticos, decenas de casos de torturas…
En este periodo también fue encarcelada toda la dirigencia de Batasuna, el partido de la izquierda independentista, y el Estado español continuó su dinámica de ilegalización de organizaciones políticas y civiles, enviando a prisión a unas 200 personas bajo la premisa de que “todo es ETA”: militantes barriales de izquierda, miembros de organizaciones juveniles y de apoyo a los presos, conocidos dirigentes políticos… En el acelerón represivo del Gobierno de Zapatero, hasta el propio Lehendakari (presidente del Gobierno Vasco) Juan José Ibarretxe fue procesado por reunirse con Batasuna.
En el capítulo institucional, el pasado mes de mayo los partidos españoles se cobraron una pieza muy codiciada: el Gobierno Vasco. PP y PSOE nunca habían logrado sumar una mayoría en el Parlamento Vasco, pero en las últimas elecciones fue prohibida la candidatura de la izquierda independentista y los más de 100.000 votos que recibió (un 10% del voto emitido) fueron declarados nulos. De esta forma, los partidos de Madrid pudieron al fin alzarse con la presidencia, entre denuncias de “pucherazo” y fraude electoral. Y así, no es de extrañar que la sociedad vasca manifieste su sonoro rechazo a este gobierno: según una encuesta oficial de hace unas semanas, el 71% de los vascos tiene poca o ninguna confianza en el nuevo lehendakari, Patxi López, del PSOE.
En estos meses, el ilegítimo presidente vasco ha decretado numerosas medidas de acoso contra el independentismo, al que pretende borrar del mapa político y social en base a un objetivo declarado: la derrota no sólo de ETA, sino, y sobre todo, de la posibilidad de que el pueblo vasco ponga en marcha una estrategia eficaz para lograr su autodeterminación. Así, el PSOE ha puesto en marcha medidas tan simbólicas como cambiar los mapas del tiempo de la televisión pública vasca, separando territorios históricos y difuminándolos en la “gran España”; o tan represivas como prohibir todo tipo de manifestación de la izquierda vasca; o la persecución sistemática de las fotos de los presos políticos... ¿Se imaginan a las Madres de la Plaza de Mayo apaleadas por la policía para arrebatarles las fotos de sus hijos? Pues algo parecido está pasando en el País Vasco en las marchas por los derechos de los presos.
En estos días, el Gobierno rechaza la posibilidad de toda negociación y mantiene su apuesta por la vía policial, lo que induce a pensar que el PSOE no tiene interés por resolver el conflicto y está cómodo con las ilegalizaciones, ya que le permiten hacerse con intendencias y gobiernos provinciales que no podrían alcanzar con el concurso de todas las fuerzas políticas. Y, además, así también mantienen “congelado” y bloqueado el tema vasco, imposibilitando una solución y propiciando este permanente cierre en falso del conflicto.
Mientras tanto, los independentistas trabajan en la creación de lo que se ha venido a llamar “polo soberanista”, una alianza estratégica que aglutine a los partidos políticos, sindicatos y organizaciones sociales que apuestan por la supervivencia cultural y política del País Vasco, para unir fuerzas y voluntades en la resolución del conflicto y en la puesta en marcha de un proceso democrático que garantice a la ciudadanía vasca el derecho a decidir su futuro.
El Estado español ha respondido a esta iniciativa encarcelando al líder de la izquierda independentista, Arnaldo Otegi, al ex secretario general del sindicato LAB, Rafa Díez, a otros 5 dirigentes de la izquierda abertzale y a 34 militantes más de la organización juvenil Segi, al tiempo que los jueces también han comenzado a amenazar al resto de fuerzas que van sumándose a este bloque.
Sin embargo, frente a los constantes sabotajes e intoxicaciones del Estado, la mayoría política y sindical del país ha salido a la calle, de forma unitaria, para protestar por estas operaciones represivas. Y todo parece indicar que el proceso de unidad soberanista seguirá dando pasos, que esa confluencia se dotará de una propuesta política, que Euskal Herria ya está en marcha para cerrar de una vez la herida abierta.

La izquierda independentista pone la pelota en juego

En los últimos meses se han producido importantes movimientos en la política vasca. La izquierda independentista ha tomado la decisión estratégica de jugar la segunda parte del fallido proceso de resolución política de hace tres años. Y otros agentes políticos, sindicales y sociales están saltando a la cancha para que el partido concluya con el respeto a las decisiones que tome la sociedad vasca. Y ya rueda la pelota, por mucho que el gobierno del PSOE trate de pincharla.
El pasado 14 de noviembre, la izquierda abertzale puso la pelota en juego con la declaración política presentada en Altsasu (Navarra). En ella, apostaron firmemente por la puesta en marcha de un proceso de cambio político y de resolución del conflicto mediante una herramienta justa para todas las partes: el proceso democrático, que debe desarrollarse “en ausencia total de violencia y sin injerencias, mediante la utilización de vías y medios exclusivamente políticos y democráticos”. El documento que presentaron evoca los principios del senador George Mitchell, que facilitaron el diálogo político resolutivo en Irlanda, y aboga por reproducirlos en el conflicto vasco.
Mientras 110 personas muy referenciales en el independentismo lanzaban este mensaje en Navarra, el mismo documento era presentado en Venecia en el marco de la “Conferencia sobre procesos de paz y resolución de conflictos”, organizada por el Centro Pace y el ayuntamiento italiano. Junto a una portavoz de la izquierda vasca, en la mesa se sentaban el abogado sudafricano y mediador en diversos conflictos Brian Currin; el ex miembro del IRA y diputado del Sinn Feinn Raymond McCartney, y Emine Ayna, representante del partido kurdo DTP. Asimismo, Gerry Adams, presidente del Sinn Fein, y Nelson Mandela, ex presidente surafricano y Nobel de la Paz, también enviaron mensajes apoyando esta iniciativa política.
Brian Currin reveló que esta declaración la iban a hacer pública Arnaldo Otegi, Rafa Díez Usabiaga, Sonia Jacinto, Miren Zabaleta y Arkaitz Rodríguez, que fueron encarcelados el 13 de octubre por orden del juez Baltasar Garzón. Paradójicamente, la acusación contra estos líderes políticos y sindicales se basa en el trabajo que estaban realizando en la dirección que ahora apunta el documento. Por ello, su encarcelamiento provocó el rechazo de la mayoría de los partidos políticos y sindicatos del país, que organizaron una multitudinaria manifestación.
Estas detenciones, así como el encarcelamiento de 34 militantes de Segi, las juventudes independentistas, pretendían también torpedear el debate iniciado por las bases de la izquierda abertzale hace unos meses, en el que han analizado la estrategia a seguir hacia ese proceso democrático. No obstante, por encima de toda esta represión el debate ya ha concluido, reuniendo a más de 7.000 personas por todo el país que han refrendado los contenidos de la propuesta de Alsasua y Venecia.
En las conclusiones del debate, la izquierda abertzale constata que este tiempo político se caracteriza por el agotamiento del modelo del autonomismo y por la persistencia de una situación de bloqueo basada en la represión. La conclusión es, por tanto, la convicción de «llevar a cabo el cambio de ciclo, para avanzar en el cambio de marco y en la resolución del conflicto». Así, las bases del independentismo han constatado que deben situar el trabajo realizado durante años en el camino de ganar y «si en su momento ese camino pasaba por resistir, hoy se basa en el cambio». Para ello, han analizado cuáles son los instrumentos y puntos de apoyo más adecuados, llegando a la decisión de que han de «priorizar la dimensión política» y «acumular fuerzas para el cambio». «Ha llegado la hora de intentar crear una nueva situación», apuntan.El objetivo de esta fase es, por tanto, conseguir ese cambio político que, según señalan, «se base en el reconocimiento nacional de Euskal Herria y en la aceptación del derecho de autodeterminación». La izquierda abertzale entiende que hay condiciones para ello, visto el agotamiento del marco, que otros agentes abertzales comparten esta tesis y que la mayoría de la sociedad apuesta por la solución del conflicto en términos democráticos.
El cambio deberá tener un claro componente de construcción nacional y se constata, además, que «quedaría cojo sin cambio social». Por eso, se mantiene que es preciso no sólo hacer frente a los estados, sino también «a las injusticias que impone el modelo neoliberal». La lucha de izquierdas debe marcar la orientación del cambio y, en esa materia, «el trabajo que ha de realizar el sindicalismo es fundamental».

LLAMADO DE ASKAPENA: "Amigos y amigas del Pueblo Vasco, os necesitamos"

Ningún pueblo del mundo puede liberarse en solitario. Siempre ha sido necesario, en mayor o menor medida, el apoyo, el aliento, la complicidad, la movilización internacionalista de otras luchas y pueblos. Lo mismo ocurre en Euskal Herria.
Nombres de vascas y vascos independentistas de izquierda engrosan junto a luchadores de otros pueblos las listas negras de los indeseados del imperio. Los gobiernos español y francés no pierden ninguna oportunidad para insultar públicamente a organizaciones políticas y sociales vascas que buscan una salida democrática al conflicto que ellos alimentan. El colectivo de presas y presos políticos vascos alejados a miles de kilómetros de su pueblo, familiares y amistades, nunca ha sido tan numeroso en los últimos cincuenta años: 765 personas. Decenas de organizaciones políticas y sociales han sido ilegalizadas en el sur de nuestro país.
Y sin embargo, no faltan manos solidarias de otras latitudes que abren sus casas, que facilitan las visitas de las familias a la militancia encarcelada, que se movilizan para levantar el manto de silencio que los «medios de comunicación» imponen sobre la realidad que padecemos y construimos a la vez. Son los verdaderos amigos y amigas de Euskal Herria.
A pesar del imperialismo, la reconstrucción de Euskal Herria está en marcha. Cada vez son más las mujeres y los hombres que sueñan y se despiertan pensando en una Euskal Herria donde no exista explotación de género, de la fuerza de trabajo, de la Madre Tierra. Una Euskal Herria que pueda vivir en su lengua, el euskara, que baile también al unísono de todos los pueblos que luchan por su libertad.
Este proceso de liberación que venimos desarrollando tiene necesariamente que pasar por una nueva fase que lo impulse: la aplicación del derecho de autodeterminación. Desde siempre, éste ha sido un objetivo fundamental para la Izquierda Independentista, y pensamos que la lucha de los últimos años ha conseguido poner las bases para su concreción, para la resolución democrática del enfrentamiento que la dominación española y francesa impuso a este pueblo, y poder, así, impulsar desde ese ejercicio de autodeterminación una Euskal Herria socialista.
Es por todo esto, que hacemos un llamamiento al conjunto de amigas y amigos de Euskal Herria en todo el mundo para que realicen actos de solidaridad y defiendan, en especial, el derecho de autodeterminación que como pueblo nos asiste.
Hamaika herri borroka bakarra!!!
Por el socialismo, LIBERTAD PARA EUSKAL HERRIA!!!
Askapena, organización internacionalista vasca